lunes, 12 de noviembre de 2012

8N


El día 8 de noviembre de 2012, se dio lugar a una nueva manifestación pública en contra del gobierno de la presidenta Cristina Fernández. Las consignas de la protesta contenían violencia, hacia la presidenta, hacia funcionarios y hacia los argentinos de clase baja. Se escucharon muchas asociaciones de políticas de Estado, con penurias sociales o adjetivaciones  irreales.
El resultado de esta protesta deja entrever la capacidad de manipulación de los medios de comunicación. Fue impactante ver repetir insistentemente consignas vacías, carentes de todo contenido de razonabilidad. Nulo análisis de la realidad. Nula comprensión de fenómenos presentes en el globo. Nulo conocimiento de las formas, tejidos, entramados e instituciones de la modernidad.
¿A dónde lleva eso? La manipulación aprieta las conciencias. No es ajeno a nuestra realidad ni así tampoco a las de la mayoría de las naciones modernas, que los medios de comunicación atraviesan e interpelan la realidad transformándola. La valoran, la adjetivan y la escupen así al televidente, radioescucha, lector, cliente.
No es novedad que la vertiginosidad de la sociedad permita que los medios absorban la capacidad crítica de quien, alienado, se somete a las reglas, medios, valores y fines sociales y culturales de la estructura de vida dada y estratificada por ello.
Esta vulnerabilidad del ciudadano moderno con más la capacidad invasiva y de domesticación de las conciencias de los medios, da por resultado la activación de masas inconscientes que operan mediados por una idea que le es ajena pero que defienden con énfasis sin posibilidad de autorreflexión o crítica.
La muestra está a las claras cuando la virulencia se hace expresar a viva voz en un marco social de condiciones innegablemente favorables a la luz de un reciente pasado doloroso, siendo incomprensible acondicionar el estatus social de los protestantes, con los beneficios que conlleva, con la precaria elaboración del pensamiento en orden a los elementos de la realidad.
Esta relación inexplicable se repite más día a día y con mayor vigor. Diariamente se enuncian discursos que crean los conceptos de una realidad interpelada por la valoración e intereses de los medios que dominan la configuración de la verdad y a partir de ella la opinión del individuo como infante de esa realidad.
Hoy día, la muestra de lo que ocurre es la inestabilidad de los poderes concentrados que comienzan a perder su paciencia y lanzan sus ataques fulminantes a su enemigo, el gobierno.
En el medio, argentinos, a los cuales poco importan los medios, poderes concentrados y transnacionales.

lunes, 13 de febrero de 2012

Hoy más que nunca: La cuestión Malvinas

Política y economía en torno a la “Cuestión Malvinas”

*Basado en la exposición de antecedentes históricos del embajador extraordinario Bonifacio del Carril –“La cuestión de las Malvinas”, compilación de la Editorial Emecé, Buenos Aires, 1983-.

I. Antecedentes

Se dice que las Islas Malvinas fueron avistadas por primera vez en el año 1520, cuando el piloto portugués Esteban Gómez desertó de la expedición de Magallanes y de regreso a Sevilla divisó las Islas que él llamaría Sansón.

Otros historiadores han referido que las Islas del archipiélago del sur fueron descubiertas por el marino holandés Sebaldo de Weert, quien en el año 1600 recorrió sus costas y las llamó Sebaldinas.

Así también, en el año 1690, el corsario inglés Juan Strong, cruzó el archipiélago por el estrecho que separa las dos islas más grandes.

Lo cierto es que varias expediciones francesas, dedicadas a actividades pesqueras, arribaron a las islas. Saint Jean las denominó Malouines, en memoria del puerto de Saint Maló de donde había partido. Vocablo el cual, más tarde sería naturalizado por los españoles como Malvinas.

En el año 1716 se publicó en Paris la primera edición de la Relation del viaje de Frezier, en el cual hay un mapa en el que figuran las islas Malvinas con el nombre de islas Nuevas. Frezier mencionó los viajes de los marinos maluinos y afirmó que se trataba de tierra descubierta –debiendo decir avistada-.

Con este antecedente, el comodoro George Anson insistió en el año 1744 ante el almirantazgo británico, en la necesidad y conveniencia de completar el descubrimiento, ubicar y apoderarse de las islas del mar del sur, fuesen las islas Pepys, Malvinas o cualesquiera nombre que se le haya dado.

En el año 1749 Gran Bretaña preparó una escuadra para descubrir y apoderarse de las islas del sur. Pero España conoció esos planes y protestó ante la corte de Londres. Todo a lo cual el imperio inglés respondió que no planeaba ocupar las islas, a lo que el ministro español Carvajal le respondió “Entonces, ¿para qué quiere descubrirlas?”. La escuadra británica no salió del río Támesis.

Sin perjuicio de esas tensiones políticas, las protestas de España y la consideración de Inglaterra en ese entonces, no se debieron a una cuestión jurídica, sino más bien a intereses económicos subyacentes del cuadro de ese momento. En efecto, la paz de Aquisgrán firmada en día 18 de octubre del año 1748, selló un capítulo conflictivo entre los imperios con aires de próspera economía para ambos. Lo cierto es que en 1749, Gran Bretaña quedó enterada del derecho de soberanía y dominio sobre las islas que detentaba España. Con lo cual las tierras ya jamás podrían ser consideradas res nullius –tierra de nadie-.

En el año 1764, Lord Anson, al frente del almirantazgo británico, resolvió enviar una nueva expedición confiando la misma a John Byron. Éste salio del río Támesis con instrucciones precisas. Es decir, ya no se hablaba de reconocer las islas, sino de hacer mejores reconocimientos que los anteriormente realizados (cuestión improbable). Las alusiones a los anteriores reconocimientos no constituían más que una falacia. Prueba de ello es el infructuoso viaje de Byron, quien no encontró las inexistentes islas Pepys, las cuales supuestamente ya habían sido descubiertas por el imperio inglés.

Finalmente dio con las islas Malvinas, pero eso fue en enero del año 1765, con lo cual el descubrimiento inglés, fue posterior a la ocupación francesa de las islas, por parte de Louis Antoine de Bougainville, quien la ocupaba desde el día 5 de abril de 1764. Byron ignoró la presencia de la colonia francesa, limitándose a explorar las islas y no ocuparlas.

A finales del año 1765, el gobierno británico dispuso el envío de una nueva expedición al mando del capitán John Mc Bride y con el único propósito de ocupar las islas. Sucede que en ese entonces, Gran Bretaña ya tenía conocimiento de la ocupación francesa. Así, las instrucciones del secretario de Estado Conway dio a Mc Bride fueron concisas. Si se encuentra algún súbdito de una nación amiga, debe explicársele que las islas pertenecen a Inglaterra por derecho de descubrimiento y debe dársele un plazo de seis meses para el desalojo. Las instrucciones fueron tanto para las islas Malvinas como para las otras islas de la región, inclusive las inexistentes Pepys, respecto de las cuales Inglaterra sostenía aún su existencia.

Pero el primer lord del Almirantazgo dejó documentada la verdadera razón de la pretensión británica: “Las Malvinas son la llave de todo el Pacífico –escribió textualmente-. Esta isla debe dominar (“command”) los puertos y el comercio de Chile, Perú, Panamá y, en una palabra, todo el territorio español en el mar”.

John Mc Bride llegó el 8 de enero de 1766 a las islas Malvinas, casi dos años después que Bougainville las ocupara en Puerto Luis. Llegó al Oeste, o Gran Malvina que había descubierto Bougainville y explorado Byron. Por lo cual avistó a la colonia francesa que se ubicaba en Malvina del Este. Mc Bride fundó Puerto Egmont, y las dos colonias convivirían ignorando su existencia hasta diciembre de 1766, cuando el inglés encontró y reconoció la colonia francesa.

Ahora bien, la política y economía entre el imperio español e inglés siempre estuvo en puja. Guerras, tratados, paz e intrigas económico-territoriales eran las ecuaciones.

En el año 1779, la corona española, después de oficiar como mediadora entre Gran Bretaña y las colonias en Norteamérica, le declaró la guerra al imperio Británico.

Si bien el éxito fue parcial, el resultado de la incursión española sirvió también para denotar el estado de penetración económica que ejercía Gran Bretaña. La prohibición de todo tráfico comercial entre estos imperios, determinó que el Virrey del Río de la Plata, Juan José de Vértiz y Salcedo, informara a la Corona que “La ruina del comercio en estas partes, por la guerra con la Gran Bretaña, tenía detenido el giro de los necesarios efectos de Europa de que se proveen, y sin circulación de dinero que debía remitirse”.

Con lo cual España tuvo que contradecir su política al permitir el comercio con Brasil de manera de que afluyan nuevamente los ingresos aduaneros.

Pero Gran Bretaña también tuvo sus complicaciones. La crisis del imperialismo en el siglo XVIII obligó al imperio inglés a reconsiderar su política.

A medida que las revoluciones alteraban el dominio en las colonias, la reflexión política de la corona implicó la consideración que la alternativa tradicional a la infiltración económica –léase la guerra-, no aportaba una solución práctica a los problemas de expansión.

Ante la revolución en sus trece colonias, el imperio Británico perdió territorios que adquirió España durante la guerra norteamericana, pero cuando la revolución alcanzó a las indias occidentales bajo el dominio francés, ello no resultó una oportunidad para Inglaterra de apoderarse de nuevos territorios.

Sir Ralph Albercromby, luego de la conquista de Trinidad asentó que nuevas conquistas para la corona inglesa serían muy difíciles y así, la futura política inglesa debía de tender a fomentar entre los súbditos de España la revolución contra la clase gobernante decadente e incompetente. Creía que un nuevo orden liberal en las colonias españolas ofrecería a Gran Bretaña la oportunidad de abarcar las nueve décimas partes del comercio de la América Española.

La expedición francesa al mando del notable Louis Antoine de Bouganville llegó en el año 1764, para fundar Puerto Luis en la isla Soledad –en homenaje al rey Luis XV-. Pero antes, vale la pena volver sobre los inicios de esta expedición. En el año 1763, el Duque de Choiseul, ministro de Luis XV, enarboló el proyecto de quedarse con las islas Malvinas. La expedición fue organizada en forma privada por Louis Antoine, pero se tuvo cuidado de dejar expresa constancia que el establecimiento se instalaba bajo el amparo y la soberanía de Luis XV, quien ratificó todo lo hecho por el marino mencionado. Bajo el amparo del Duque y con el apoyo de su primo Bougainville de Nerville y de su tío D´Arboulin, administrador general de correos de Francia, armó dos barcos (El Águila y La Esfinge), que puso bajo el mando de dos marinos de Saint Malo, Duclós-Guyot y Chenard de la Gyraudais. Todos los preparativos se llevaron adelante sin dilación alguna. Inclusive, el elemento más dificultoso de la colonización, la población, no tuvo complicaciones ya que en Francia en ese momento, se encontraban algunas familias acanadienses que habían abandonado Canadá dispuestas a enfrentar la espesura del horizonte marítimo.

Los barcos salieron de Saint Malo el día 15 de septiembre de 1763 y después de tocar Río de Janeiro y Montevideo llegaron el 3 de febrero de 1764.

Cuando el reino Español dio en la cuenta de la entrada del francés Bougainville en las islas, dirigió una reclamación ante la corte amiga de Francia. Enterada de un viaje clandestino de Byron y la travesía de Mc Bride, decidió repelerlo por la fuerza. El problema era que España no tenía conocimiento de la ubicación del asentamiento inglés, ni sabía si efectivamente existiera o no. Las noticias eran que estarían en el sur.

Entre Francia y España la cuestión se resolvió de forma amigable. Así fue que Luis XV no tuvo reparo en reconocer el derecho de dominio de España. El día 2 de abril de 1767 Bougainville entregó Puerto Luis a Carlos III previo pago de todos los gastos ocurridos.

En cuanto a Inglaterra, aún no se había determinado la ubicación de la supuesta colonia. Es así que el gobierno Español resolvió encomendar al entonces gobernador de Buenos Aires, Francisco Bucarelli, que buscasen a los ingleses en todo el territorio sometido a su jurisdicción. Bucarelli ordenó al Capitán de Navío Juan Ignacio Madariaga que organice una escuadra para expulsar por la fuerza a los invasores. En enero de 1770 localizó Puerto Egmont y el día 10 de junio de ese año los ingleses fueron obligados a desalojar la isla.

Diferentes documentos se han publicado sobre la prolija búsqueda realizada para el hallazgo de los británicos. Lo cierto es que ante el anoticiamiento de las colonias tanto francesa como inglesa, la reacción española no deja margen de duda en cuanto a su ejercicio de soberanía: no se toleraría la ocupación de ninguno de esos reinos.

Sin embargo, el gobierno británico interpuso una enérgica protesta ante la corte de Madrid. De idas y venidas, la amenaza de la guerra se ciñó nuevamente. Luego de largas tratativas se llegó a un acuerdo para reparar el agravio sufrido por el gobierno inglés, frente al acto violento de España. Se restituiría todo al estado anterior al desalojo inglés por parte de España. No sin aclarar que bajo ningún concepto tal acto comportara reconocimiento alguno de soberanía al estado británico. A este extremo cabe citar la declaración del embajador español, príncipe de Masserano, la cual fue aceptada sin reservas por el duque de Rochford: “La restitución a Su Majestad Británica de la posesión del Puerto y Fuerte llamado Egmont no puede ni debe de modo alguno afectar la cuestión de derecho anterior de soberanía de las islas Malvinas, por otro nombre Falkland”, de fecha 22 de enero de 1771.

El día 22 de mayo de 1774 los ingleses abandonaron efectivamente la isla Saunders –así llamada en los documentos británicos-. Siempre se trató, en todas las negociaciones que se llevaron adelante, de las Islas Malvinas y nunca sobre el resto del archipiélago. Sin perjuicio de ello, se sostiene que el comandante inglés del lugar, teniente Clayton, dejó una placa de plomo en la que declaraba que el fuerte de Puerto Egmont de la isla Falkland pertenecía al Rey Jorge III de Inglaterra, en fe de lo cual dejó enarbolado el pabellón británico. Pero, como bien señala el ex Canciller argentino Dr. Bonifacio del Carril, la correcta traducción de la placa refiere al singular, significando que la pretensión británica de pertenencia al Rey Jorge se limitó a esa isla donde se airaba el pabellón y particularmente a Puerto Egmont, lugar sobre el cual había versado el litigio.

Aunque esta discusión carece de sentido ya que esa pretensión fijada en la placa se vio socavada por el capitán español Juan Pablo Callejas, quien encontró la placa un año después y la llevó a Buenos Aires. Con la primera invasión inglesa, en el año 1806, el coronel Beresford encontró la placa y la envió inmediatamente a Londres. De éstos acontecimientos y como podría haberse esperado, no surgió reclamación alguna por parte de Gran Bretaña, con lo que hasta la posesión simbólica perdió virtualidad.

Pero debemos reparar un momento aquí, al por qué de las intenciones británicas y a la etiología del posterior accionar.

En palabras de Ferns, las convulsiones registradas en América del Sur no se debieron a un plan estratégico, sino a la ventura y audacia de una persona, el comodoro Sir Home Popham de la Royal Navy.

En 1804, Popham se interesó por América del Sur junto al Vizconde Melville en una de las deliberaciones del gabinete británico acerca de cómo quebrantar al imperio Español.

En un memorándum dirigido a Melville en octubre de ese año, escribió: “La idea de conquistar a América del Sur está totalmente fuera de cuestión. Pero la posibilidad de dominar todos sus puntos prominentes, de aislarla de sus actuales conexiones europeas, estableciendo alguna posición militar [...] puede reducirse a un simple cálculo...”.

Popham fue designado para mandar una escuadra que llevaría tropas para arrebatar ciudad del Cabo a los holandeses. Parece ser que el pensamiento de Popham extendió la pretensión a Montevideo y Buenos Aires.

Pero volviendo al relato histórico, desde 1775 y hasta 1829, Gran Bretaña no hizo protesta ni reclamación alguna sobre las islas ni el archipiélago. España ejerció su jurisdicción sobre ese dominio y gobernadores españoles tuvieron su mandato sobre todas las islas del archipiélago. Ello, hasta el año 1811, cuando Gaspar Vigodet desde Montevideo, dispuso el retiro de las tropas y guarniciones que allí estaban, dada la lucha por la independencia que se había expandido.

El 9 de julio de 1816 se proclamó la independencia Argentina, pero la guerra continuó hasta la batalla de Ayacucho en 1824. Si bien el imperio británico no reconoció la independencia nacional hasta el año 1825, lo cierto es que la Argentina venía ejerciendo desde varios años antes un verdadero ejercicio soberano sobre sus territorios, incluyendo el archipiélago del sur.

En el año 1820, Don David Jewett comandante de la fragata Heroína, partió de Buenos Aires los primeros meses de 1820 provisto de instrucciones especiales para tomar posesión efectiva de las islas Malvinas, las cuales pertenecían ahora a la Nación Argentina como heredera de España en razón del principio de derecho internacional uti possidetis.

A la llegada de Jewett, Puerto Luis estaba repleto de navíos de diferentes nacionalidades. Sin oposición de ninguna especie y frente a estos pabellones cumplió su cometido, comportando en sí mismo un acto con repercusión en derecho internacional, por cuanto la posesión efectiva realizada frente a diferentes representantes de otras naciones no consiguió respuesta ni protesta alguna.

Luis Vernet, un aventurero cosmopolita de origen francés que había residido mucho tiempo en Alemania y Estados Unidos, y Jorge Pacheco, fueron los nombrados por el gobierno para establecerse en las islas y utilizar las pesquerías y el ganado. En ese mismo año, 1823, se nombró gobernador del lugar a Pablo Arenguati. En enero de 1828 Vernet obtuvo amplios privilegios sobre la isla Soledad.

Como segundo paso en esta dirección, en el año 1829, el gobernador de Buenos Aires, general Juan Lavalle resolvió reclamar para la Argentina todas las posesiones del antiguo virreinato español del Río de la Plata. Ello, para asegurar la posesión permanente de las Islas Malvinas y la Tierra del Fuego. Así también, Lavalle las puso bajo el control de un gobernador político y militar que debía aplicar todas las leyes argentinas en las islas. En particular las que protegían las pesquerías de focas. Se nombró para ese cometido a Vernet, el día 10 de junio de 1829, mediante la firma del gobernador delegado Martín Rodríguez y su ministro Salvador María del Carril, de un decreto por el cual se creó la Comandancia Política y Militar de las islas Malvinas. En cuanto a los objetivos de Lavalle, Vernet dijo: “no toleraré ninguna infracción a mi monopolio” (cf. Registro Oficial de la República Argentina, II, 238; así también: Antonio Zinny “La gaceta mercantil de Buenos Aires –13 de junio de 1829-).

Ante el nombramiento y la creación de la Comandancia, el gobierno británico lanzó una protesta. El encargado de negocios y cónsul general, Sir Woodbine Parish, mediante nota del día 19 de noviembre de 1829, reclamó por la creación de la Comandancia y por unas concesiones de tierras hechas a favor de Vernet y Pacheco. Así también reivindicó no sólo el supuesto dominio inglés de Puerto Egmont, sino sobre todo el archipiélago.

Entonces, sólo 54 años después del abandono inglés de las islas se produjo una reclamación sobre éstas. En medio, consintió la ocupación argentina de 1820 a 1829. El cambio de política inglés fue brusco. Lo cierto es que Lord Aberdeen escribió una carta a Sir Woodbine Parish agradeciéndole la idea que había tenido de apropiarse de las islas. “En estos días de desenvolvimiento de Sud América, las islas tienen gran valor para Inglaterra como base naval” (citado en artículo publicado en el diario La Nación el día 26/07/1964, “Las islas Malvinas en la historia” por Bonifacio Del Carril).

En 1832 Parish regresó a Inglaterra. El día 2 de enero de 1833 los ingleses desalojaron por la fuerza a los argentinos de las islas Malvinas.

Desde ese entonces las relaciones diplomáticas sólo se establecieron a partir de 1844. Las reclamaciones por parte del gobierno argentino fueron una constante, aunque una constante archivada en materia de negociación por parte del estado anglosajón. Eso hasta el año 1884, cuando en los finales de la administración de Chester A. Arthur, la reclamación fue revivida por Luis L. Domínguez, ministro argentino en los Estados Unidos. Pero las discusiones en torno dieron por resultado un endurecimiento de la aplicación de la doctrina Monroe y el arrojo al olvido de la cuestión Malvinas.

II- Confronte de títulos de dominio

La República Argentina invoca los siguientes títulos de dominio: 1) derecho de dominio emergente de la concesión pontificia; 2) descubrimiento y ocupación del territorio; 3) usucapión.

Gran Bretaña, a su vez, invoca: 1) prioridad del descubrimiento y subsiguiente ocupación de las islas; 2) derecho de soberanía sobre las islas Malvinas como consecuencia jurídica de la devolución de Puerto Egmont.

En primer lugar y adentrándonos en el análisis de los títulos invocados por nuestro país, me referiré a la concesión pontificia. El día 4 de mayo de 1493 el Papa Alejandro VI promulgó la bula Inter Caetera mediante la cual se adjudicó a la Corona de Castilla toda la tierra firme y las islas del Mar Océano, descubiertas y por descubrir más allá de la línea imaginaria que dividió el mundo. Sin perjuicio de que la validez de este título erga omnes haya sido objetada, lo cierto es que la pretensión justa de la Argentina no puede únicamente sostenerse con este título. En rigor de verdad, lo principal de este título sirve a los fines de establecer que el reino de España ejercía legítima soberanía sobre las islas. Con lo cual, la Argentina como sucesora de España puede fundarse en la posesión ejercida por su predecesora con el justo título del beneficio papal.

En segundo lugar me referiré a los derechos provenientes del descubrimiento y la ocupación.

El derecho de soberanía y dominio fundados en un descubrimiento llevan implícita la nota característica del tiempo. Es decir que es necesario establecer el momento del descubrimiento como elemento esencial a este instituto.

Cuando se habla de descubrimiento es necesario precisar que deben ser efectuados no de manera causal o accidental, sino que debe ser el producto de una expedición específicamente destinada a explorar y descubrir nuevas tierras. En efecto, la doctrina universal enseña que el descubrimiento debe ser seguido por la ocupación para que pueda dar origen al dominio. Además, el descubrimiento y la ocupación deben referirse a tierras res nullius –tierras de nadie-, de otra manera, si las tierras perteneciesen a otro Estado habría despojo o usurpación.

En tal entendimiento, el descubrimiento de la parte sur del continente americano durante el siglo XVI, extendido en el año 1536 con la fundación de Buenos Aires y hasta 1766, año en el cual Mc Bride fundara Puerto Egmont -8 de enero de 1766-, se ejerció sin contradicción.

Esa es la ocupación que es señalada por Gran Bretaña como la “posterior” ocupación a quien sabe cuál descubrimiento. Pero en definitiva, dos años después de que Luis Antoine de Bougainville ocupara las islas.

A estas consideraciones corresponde contrastar el título invocado por Gran Bretaña, por cuanto los descubrimientos que puede invocar son sólo dos: el de Hawkins de 1594 y el de Byron en 1764. Ocupación sólo la de Mc Bride. Ahora bien, ésta ocupación no puede corresponder al supuesto descubrimiento del año 1594, ya que el carácter de subsiguiente no se constata por el tiempo transcurrido. Entonces si la subsiguiente ocupación hace referencia al descubrimiento de Byron, entonces el título es inválido, ya que en esa fecha las islas ya se encontraban ocupadas por Bougainville y habían sido ya visitadas por marinos maluinos y holandeses.

El segundo título que invoca Gran Bretaña es la devolución de Puerto Egmont en 1771. Afirma que ello significó un reconocimiento por parte de España al derecho británico sobre la totalidad de las islas Malvinas.

Pues bien, como se expuso queda claro que Inglaterra no tuvo antes de 1770 ningún tipo de título sobre las islas. A partir de esa fecha sostiene el título devenido por el reconocimiento de España en el citado episodio. Pero esta discusión debe ser dirimida con hechos y pruebas.

Como se mencionara anteriormente, la aceptación del duque de Rochford de la reserva de derechos formulada por el príncipe de Masserano no deja lugar a dudas. La devolución al statu quo anterior al acto violento de España no reportó reconocimiento alguno de soberanía a favor del imperio inglés. El Foreign Office y los State Papers de 1771 en su edición oficial muestran la respuesta de Rochford a Masserano encabezada con el término Acceptance.

Con lo cual, la restitución de Puerto Egmont sólo debe ser considerada como una cuestión de hecho que en ninguna forma ha de tener repercusión en derecho.

En último término, Argentina invoca el título de usucapión, es decir la adquisición del dominio por el uso prolongado. En derecho internacional este título es el de mayor excelencia, considerado más justo y noble que el uso de la fuerza. Se aplica sobre tierras res nullius o tierras abandonadas –res derelictae-.

En tal entendimiento, España poseyó durante más de doscientos años el sur del continente americano sin oposición de ningún Estado.

Argentina, uniendo con su posesión la de España, y sin contar los años transcurridos por la ocupación inglesa de 1766 a 1774, poseyó el archipiélago durante casi tres siglos. Por contrapartida, la posesión británica fue siempre controvertida.

III- Derecho

Luego de la Primera guerra mundial, la infructuosa Liga de la Naciones y la Segunda guerra mundial, la conciencia de los Estados de evitar los flagelos de la guerra culminó en la celebración de la Carta de las Naciones Unidas. El mundo conoció entonces un sistema que auguraba esperanza.

Bajo este sistema, en el año 1960 se hizo notoria la voluntad común de poner término cuanto antes a toda situación colonial en el mundo. Para entender esta intención debemos considerar que por esos años se incorporaron muchos Estados a la Organización que habían surgido de procesos de descolonización.

En la sesión de ese año, un grupo de países africanos y asiáticos presentaron un proyecto de resolución que fue adoptado sin ningún voto en contra por la Asamblea. Así, la resolución 1514 (XV) de la Asamblea General, denominada como Declaración sobre la Concesión de la Independencia a los Países y Pueblos Coloniales, se convirtió en la piedra angular de todo proceso de descolonización que se aceleró a partir de ese momento.

En esencia, estableció que la sujeción de pueblos a una subyugación, dominación y explotación extranjeras constituye una denegación de los derechos humanos fundamentales y es contraria a la Carta de las Naciones Unidas, comprometiendo la causa de la paz y de la cooperación mundiales. De esa forma se consolidaron los principios de: a) la libre determinación de los pueblos y b) la integridad territorial de los Estados.

La libre determinación se encuentra limitada por la consideración de qué es un pueblo. Se entiende así, conforme a la resolución 1541(XV) que el pueblo que tiene derecho a determinar libremente su destino por vía de la independencia, la integración o la asociación es aquél que es étnica o culturalmente distinto de la población del Estado que lo administra y cuyo territorio se encuentra separado geográficamente de la metrópoli. Sin esas dos condiciones no podríamos hablar de autodeterminación de un pueblo.

A ello, en 1961 se conformó a través de la Asamblea General, un Comité Especial encargado de examinar la situación con respecto a la aplicación de la resolución 1514, debiendo oír a los representantes de los territorios y a peticionarios.

En este contexto se enmarca la controversia entre la República Argentina y el Reino Unido acerca de la soberanía sobre las islas Malvinas, Georgias y Sándwich del sur.

Ello a partir de que, cuando en el año 1946 y respondiendo a una invitación de la Asamblea General de la ONU, el Reino Unido inscribió a las islas Malvinas en la nómina de territorios no autónomos que administraba, a lo cual Argentina hizo expresa reserva de su soberanía, reiterando esta postura invariablemente.

El 9 de noviembre de 1965 Bonifacio del Carril fue designado Embajador Extraordinario y jefe de la Delegación argentina de la sesión plenaria del Comité de Descolonización de las Naciones Unidas por el Dr. Illia. En esa sesión se obtuvo la sanción de la resolución 2065.

En esa sesión se expuso y debatió claramente que las islas Malvinas no son un territorio colonial, sino que se ha establecido una colonia en territorio nacional, violando la integridad territorial. Así también, y dado el sometimiento por parte de Inglaterra de la cuestión a conocimiento de las Naciones Unidas, dos deben ser las conclusiones: la primera es que habiendo considerado al territorio ocupado bajo la égida de la resolución 1514, solo resta el camino de la descolonización; con lo cual surge la segunda cuestión que es que los pobladores de las islas no quieren ser descolonizados.

Pero descolonizar las islas y someterlas a cualquier régimen de soberanía implicaría violar los principales propósitos y resoluciones en la materia, por cuanto se afectaría la integridad territorial de la Argentina.

En efecto, allí se coincidió que la cuestión Malvinas debía resolverse por aplicación del principio de autodeterminación y que la suerte de la población actual de las islas Malvinas no debía ser negociada.

Ahora bien, el flamante disertante asentó: “Tengo instrucciones del gobierno argentino para manifestar, y es para mi una verdadera satisfacción hacerlo, que en el plano doctrinario mi país comparte plenamente los dos puntos de vista [los referidos anteriormente] que plantea el gobierno del Reino Unido. La república Argentina ha sido siempre celosa defensora del principio de autodeterminación de los pueblos que es, por lo demás, un principio definitivamente incorporado al derecho positivo de la comunidad americana. Pero en este caso, en las islas Malvinas, no hay pueblo que pueda autodeterminarse”.

En efecto, según cifras oficiales del país anglosajón, en el año 1901 las islas Malvinas tenían 2043 habitantes; setenta años después, en 1962, tenían 2172 habitantes. Según una estimación del Informe sobre Perspectivas de la Población Mundial de las Naciones Unidas, la población de las islas no tiene posibilidades de incremento. Para arrojar mayor luz, en el año 1901 la Argentina tenía 5 millones de habitantes. Véase el crecimiento demográfico de una población.

Puerto Stanley tiene apenas 1000 habitantes. La tasa de mortalidad infantil es reducida porque apenas hay niños. La mortalidad de adultos es casi inexistente porque la gente se va antes de morir.

El censo efectuado por las autoridades coloniales en el año 2006, arrojó un guarismo de 2955 personas que viven en la isla. De éstas, hay que excluir a 477 civiles, que han sido llevados al archipiélago para trabajar en conexión con la guarnición militar, pero que no revisten carácter de población civil.

La conclusión de la sesión del año ´65 fue la resolución 2065, la cual invitó a gobiernos de Argentina y Gran Bretaña a proseguir sin demora las negociaciones recomendadas por el Comité Especial encargado de examinar la situación con respecto a la aplicación de la Declaración sobre la concesión de la independencia a los países y pueblos coloniales a fin de encontrar una solución pacífica al problema teniendo en cuenta las disposiciones y los objetivos de la Carta de las Naciones Unidas y de la resolución 1514, así como los intereses de la población de las islas Malvinas (Falkland Islands).

Aprobada en el plenario de la Asamblea General de la Naciones Unidas, el día 18 de diciembre de 1964 por 94 votos a favor, ninguno en contra y 14 abstenciones quedó terminada la discusión.

IV- Algunas reflexiones

El posicionamiento en el conflicto por parte de la Argentina había sido brillante. Los planteamientos jurídicos y el desasosiego inglés contribuyeron al nuevo escenario político. Sin embargo, años de esfuerzos pacíficos fueron desestimados el 2 de abril de 1982, cuando comenzó uno de los más tristes episodios de la historia patria, enmarcado en el más terrible suceso de terrorismo de Estado sufrido en la historia patria, como lo fue el proceso de reorganización nacional de 1976.

Acontecimientos como la crisis y la guerra de Malvinas son y deben ser enseñanzas a internalizar por la conciencia colectiva. Sus orígenes y consecuencias no deben escapar al entendimiento y compresión. Ese análisis contribuye al fortalecimiento de la cultura y a la cohesión social.

Hoy en día, se ha dado un nuevo impulso a la “cuestión Malvinas” por parte del Gobierno de Cristina Fernández de Kirchner. La vía diplomática sugiere la estrategia de fortalecer la razón jurídica con la presión política. Si bien no se advierten resultados en el mediano plazo, el camino es el correcto, puesto que la única forma de afirmar la soberanía sobre el archipiélago, será mediante la protesta jurídica constante.

Quizás los intereses que siempre rodearon la cuestión Malvinas de forma subterránea no permitan ajustar la historia y devolver el territorio a su nación. Pero es de suma importancia ejercer una memoria histórica del conflicto y recordar y reconocer que un imperio como el británico no se acerca a costas tan lejanas sin un por qué.

La soberanía sobre el archipiélago representa una discusión más profunda que puede remontase a la doctrina Monroe. La injerencia en la soberanía, política o territorial, representa una ofensa a la organización civilizada internacional. Las reglas entre los Estados se han visto debilitadas con las políticas y decisiones obscenas hacia la condición humana. El régimen del derecho internacional recibió duras estocadas con el avasallamiento de los principios y propósitos de la Carta de San Francisco.

Sin embargo, lo que parecía morir aún subsiste por la incólume voluntad de los países más desprotegidos económicamente del globo.

Una red biótica que se desarrolla y redefine al paso del devenir dialéctico de la historia. Qué parte nos tocará depende del camino y lugar que tomemos como nación en esa comunidad global.

martes, 16 de agosto de 2011

Criminología mediática: un análisis de caso por E. Raúl Zaffaroni


Este discurso fue pronunciado el día 11 de agosto de 2011. En él, las palabras del profesor llevaron al auditorio a encontrarse en el mismo minuto en un estado de emoción primero y luego, de alegría.

Respeto a este profesor, quien quizá alguna vez obtenga el reconocimiento que merece, como uno de los pensadores más grandes de nuestro tiempo.

Facultad de Derecho, UBA

Pronunciada ante el Rector de la Universidad, la Decana de la Facultad, el Presidente de la Asociación de Abogados, el Presidente de la Sociedad Americana de Jurista, en un Aula Magna completa, con gente parada y en los pasillos

I. Palabras previas.

Creo que es este el único acto al que pienso asistir, porque no deseo hacer de esto una epopeya ni asumir permanentemente el papel de víctima. Hay otros actos, autoconvocatorias y eventos que agradezco profundamente, pidiendo disculpas por mi ausencia. Si bien sé muy bien que trabajar de víctima es el mejor negocio político que puede hacerse en el país y en el mundo, no tengo interés en eso. Cualquier rol que asuma en el futuro, quiero que sea por méritos y no como víctima.


Tampoco insistiré más en el tema, a menos que me lo soliciten quienes jurídicamente tengan la competencia para hacerlo. A tal efecto y ante versiones de que algún legislador lo estaba instando en la Comisión de Juicio Político de la H. Cámara de Diputados, en el día de hoy he remitido al Sr. Presidente de la H. Cámara un informe sobre la realidad de los hechos, adjuntando copia de la documentación correspondiente.


Han llegado a mi conocimiento interpretaciones del hecho que me afecta vinculándolo con conflictos a los que soy por completo ajeno. En principio, a mi juicio no tiene esto nada que ver con cruces que puedan tener otros poderes del estado con diferentes grupos empresariales o de medios ni con otros intereses. Las interpretaciones en ese sentido las respeto, pero corren por cuenta de quien las hace y no son la mía. Tampoco tienen nada que ver con este hecho personas a las que se pretendió vincular, como candidatos, dirigentes políticos y altas personalidades de la Iglesia. Todos ellos me merecen el mayor de los respetos que, por otra parte, es el mismo que he puesto de manifiesto en toda ocasión. Nos hallamos en una etapa electoral que, codazo más o menos, quienes recordamos tiempos oscuros, la vivenciamos como una fiesta de la democracia. En modo alguno debe permitirse que se mezcle con esto.


Aunque no sea sencillo, debemos calmarnos y observar con alguna distancia los hechos. Las difamaciones pasan, unos pocos las creen, otros pocos simulan que las creen, los más las repudian; las elecciones también pasan, unos las ganan y están felices, otros las pierden y quedan tristes, pero debemos todos juntos mantener las condiciones para que siempre vengan nuevas elecciones.


Para no confundir los hechos con el marco, he prefiero elegir como tema para esta clase inaugural un análisis detallado del hecho en el marco de lo que en varias publicaciones vengo denominando criminología mediática.



II. Observador participante.

Las circunstancias han querido que me halle en la curiosa situación de un observador participante cuyo rol es el de objeto de una tentativa fallida de construcción mediática de la realidad (en el sentido de Berger y Luckmann). Esta será, pues, una clase en base a un caso práctico. Le agradezco a nuestra querida y distinguida Decana la oportunidad que me brinda de ensayar este método en nuestra Casa de Estudios.


No es posible asumir la función de observador participante sin estar involucrado en el hecho investigado, pero el éxito del método depende de la distancia que logre poner el observador a la hora de extraer las consecuencias.


Procederé por etapas: 1) caracterización del hecho; 2) motivaciones; 3) perfil del agredido; 4) instrumento; 5) mecánica de la agresión; 6) objetivos de la agresión; 7) razones por las que no se logró plenamente el objetivo; 8) consecuencias sociales del hecho.


III. Caracterización del hecho.

Estimo que el hecho puede caracterizarse como lapidación mediática. Sé que no faltan quienes prefieren lynchamiento mediático, pero existe una diferencia sustancial, señalada por René Girard: en el lynchamiento se toca materialmente a la víctima; en la lapidación se la persigue arrojando piedras hasta que ésta sucumbe o se precipita al vacío; los ejecutores son anónimos, nadie se atribuye el resultado y nadie se contamina físicamente con la víctima. En lo mediático, evitar la contaminación física es una coartada importante (¡Se mató solo! ¡Nadie lo tocó! ).


La lapidación responde al llamado de un empresario moral en el sentido de Brosnislaw Malinowski, es decir, de alguien que llama la atención sobre un hecho e invita a arrojar piedras. Pero las motivaciones del empresario moral no necesariamente son las mismas de quienes se van sumando a la tarea lapidaria.


IV. Motivaciones.

En este caso los lapidadores actúan con muy diferentes motivaciones. Veamos:

1) Una ONG en busca de promoción para desplazar a posibles competidoras.
2) Sectores minoritarios de seguridad afectados ávidos de venganza (y de advertir a otros) porque el lapidado promovió el secuestro de 4.000.000 de dosis de paco y el procesamiento de más de 100 personas.

3) Sectores de burócratas internacionales o de sus subordinados o lacayos locales, preocupados por lo que el lapidado discurre acerca del crimen organizado y en especial respecto del lavado de dinero. Estos tienen alcance internacional y se han ocupado de difundir el hecho en la prensa extranjera.

4) Sectores vinculados a intereses locales a los que resulta molesta la actual composición del máximo tribunal y su prestigio nacional e internacional.
5) Sectores de los medios que difunden el discurso vindicativo y empujan hacia el estado gendarme, molestos porque se les analizan y ponen de manifiesto sus técnicas y sus artimañas generadoras de pánico moral.

6) Personas con escaso éxito político –algunas sólo viven de la política y de la denuncia gratuita- a las que el hecho puede brindar un escenario que sus dotes no le ofrecen (Somos los únicos limpios, todos los demás son sucios).

7) Profesionales que ven afectados sus intereses por las sentencias del tribunal, sobre el cual no pueden ejercer poder.

8) Profesionales que ambicionan ocupar un día el lugar del lapidado y envidian abiertamente su prestigio y conocimiento (¿Por qué él, si yo soy más?).

9) Empleados de empresas amarillistas que procuran obtener la noticia del año y ser premiados con algún emolumento complementario.

10) Personas vinculadas a la dictadura militar o a sus simpatizantes.

11) Quienes suponen que a través del lapidado pueden erosionar a otras instituciones o personas.

12) Personas ideológicamente enfrentadas (aunque este subgrupo por lo general es reducido, porque siempre quien tiene una ideología tiene también una cosmovisión y esto impone algunos límites éticos).

La lista de lapidadores puede extenderse, pues el enunciado anterior no es exhaustivo, aunque es suficientemente demostrativo de la pluralidad motivaciones.

Lo importante es destacar que sin un empresario moral no hay lapidación, pero que tampoco la hay si no existe una cantidad de personas dispuestas a escuchar su llamado y a lapidar, aunque sus motivaciones sean por completo diferentes.


V. Perfil del agredido.

El segundo elemento a tener en cuenta es el perfil del agredido. Ante todo debe elegirse a alguien al que se considera capaz de quebrarse o incapaz de resistir las pedradas. Cabe presumir que el perfil de quien por lo general tiende a resolver o minimizar conflictos lo hace porque es vulnerable.


El lapidador piensa que la víctima tiene puntos débiles en su vida por los que puede entrar su ponzoña y, como no los conoce, proyecta sobre la víctima su propia inmoralidad como deducción. El apedreador arroja las piedras sin estar seguro de dar en el blanco y, con la esperanza de hallar alguna falla en la víctima, presume que ésta –al igual que él- sufre la misma carencia de escrúpulos y valores, por lo que puede equivocarse fácilmente.

Cuanto más inmoral es el apedreador, mayor es la inmoralidad que proyecta sobre la víctima, al imaginarla parecida a él. El lapidador imagina una combinación de morbosidad y ambición desmedida de poder y dinero.


Aunque el lapidador no dé en el blanco sigue insistiendo sobre la víctima con la esperanza de golpear mejor, pero tampoco sabe muy bien si lo conseguirá, en especial cuando a la víctima no se le encuentran fallas reales escandalosas.


El perfil respetable, conservador y solemne del agredido favorece los golpes del lapidador, pues puede más fácilmente tildar a la víctima de hipócrita, pero es mucho más difícil golpear a una víctima cuando ésta tiene perfil transgresor, como en este caso.


VI. Instrumento.

El principal instrumento de lapidación es la prensa amarilla, que es una patología de la comunicación que por regla general tiene un público cautivo cercano al de la clientela de la pornografía.


Esta empresa no conoce ningún límite ético. Si bien en la ética periodística existen muchas zonas grises, la empresa amarilla no reconoce ni siquiera los principios más elementalísimos de la ética, los viola todos. Si no hiciese esto carecería de capacidad de lesión al proyectar su propia inmoralidad sobre el lapidado.


Es interesante observar que la prensa amarilla se vale de un proletariado de jóvenes que cumplen las tareas menores y más desagradables, necesitados de su salario –que debe ser miserable- y que mientras arrojan piedras sobre el lapidado le piden disculpas porque están trabajando y hasta le envían mensajes más o menos anónimos de adhesión disculpándose por no aparecer públicamente en su defensa. Algo análogo suele suceder con algunos de quienes practican personalmente la tortura.


La inmoralidad de la prensa amarilla causa a esto jóvenes serios problemas de conciencia. Las consecuencias últimas de esta degradación del proletariado del amarillismo en la personalidad de los explotados no son menores, considerando que se trata de personas muy jóvenes y que conservan restos de dignidad y valores.


VII. Mecánica de la agresión.

La mecánica de la lapidación mediática asumió en el caso una forma bastante compleja.

1) Se abrió con la difusión de mails hacheados, adulterados e inventados, publicados en un sitio cuya dirección electrónica fue difundida por la prensa no amarilla. Primera tentativa de lesión a la autoestima de la víctima.


2) Previamente la víctima fue sometida a un estudio completo a efectos de obtener información que pudiera ser material de extorsión. El resultado de esta investigación fue alertar al banco extranjero del que la víctima era cliente desde hacía veinticinco años y éste decidió cerrarle su cuenta en razón de ser una persona políticamente expuesta. (Cabe observar que si la víctima hubiese operado con un testaferro la cuenta no hubiese sido cerrada, lo que indica que algo anda mal en el mundo y no sólo en lo local).
El banco adoptó una actitud francamente discriminatoria con un cliente antiguo y con una cuenta cuyo movimiento era ínfimo y transparente. Se comunicó con el cliente y le informó poco menos que no quería problemas con un sudaca con un depósito despreciable. Segunda lesión a la autoestima de la víctima.


3) Sucesivos recados telefónicos eran dejados todos los días avisando lo que se publicaría en la prensa amarilla al día siguiente. Los llamados eran insistentes, reiterados varias veces al día, dejados en el contestador, remitidos a la cuenta de mail.


El objetivo era mantener al hostigado en permanente estado de zozobra y alteración del sueño induciendo una fijación persecutoria. Esto hubiese sido muy grave en caso de personalidad paranoide. También se buscaba que éste se preguntase permanentemente si había hecho algo errado. Frente a una personalidad culpógena esto podría acarrear una grave depresión e inducir errores de conducta. No fue el caso de la víctima de este hecho, que no tiene personalidad paranoide ni mucho menos culpógena, como máximo quizá un poco esquizoide.


4) Esos estados se potencian a través de los mismos métodos aplicados a todo el equipo de colaboradores, hostigados a distintas horas del día y de la noche. El objetivo fue desestabilizar a éstos, cada uno de los cuales tiene sus propias características conforme a las cuales reacciona y, en su afán por contener el avance del hostigamiento, desconciertan al hostigado, que se ve obligada a contenerlos. A ese efecto la prensa amarilla se agenció los teléfonos celulares de todo el equipo mediante procedimientos que no se conocen, pero no cabe descartar su carácter corrupto.


5) Paralelamente se procedió a instalar una guardia de fotógrafos en la puerta del domicilio particular del hostigado y a fotografiarlo cuando entraba y salía de la casa y a seguirlo cuando caminaba por la calle, como también a todas las personas que entraban y salían, a interrogarlas, a mostrar las fotos a los vecinos para que identificasen a cada uno, a fotografiarlo en el acto electoral, a interrogar al personal de servicio. Esto buscaba producir en la vida hogareña del hostigado el mismo efecto reproductor que con sus colaboradores, en forma tal de impedirle eludir la tensión y la zozobra en ningún momento del día ni de la noche.


6) Entre los hechos extraños que tuvieron lugar en forma contemporánea al hostigamiento se produjo la visita de una mujer, que intentaba entrar al domicilio del hostigado, con el pretexto de ejercer la prostitución y ofrecerse para armar una coartada. Si bien puede ser una coincidencia provocada por una persona desequilibrada, no cabe descartar otras hipótesis.


7) Con todo esto se busca que el hostigado esté fijado en el hecho en forma permanente, lograr que no piense en otra cosa, impedirle la distancia del hecho y la consiguiente reflexión y hasta el descanso. Si esto no doblega psicológicamente al hostigado, éste debe cargar con la pesada tarea de alertar constantemente a los colaboradores, convivientes, personal de servicio, vecinos, etc.


8) Uno de los objetivos del hostigamiento era individualizar al apoderado de la víctima, proyectando sobre ésta la propia inmoralidad en la idea de que esa persona era un testaferro encargado de sus negocios sucios.

En realidad la desilusión debe haber sido absoluta. No dudo que hayan acudido al Registro de la Propiedad y verificado que éste es un monotributista que sólo posee una casa prefabricada de fin de semana en una provincia y un automóvil. Otra pedrada sin eficacia.


9) Alertada la víctima por el llamado del banco extranjero y en pleno trámite de transferir el dinero de la cuenta al país en forma perfectamente legal, se mantenía atenta acerca de la posibilidad de manipulación deformadora de esta información, lo que llegó el día viernes, con el adelanto por recado de la noticia de que el sábado explotaría sobre ese hecho un segundo escándalo.

Con seguridad que el banco no suministró información y la prensa amarilla volvió a proyectar su propia inmoralidad y presumió que había una cuenta oculta o una suma enorme e inexplicable de dinero. Por tal motivo el hostigado le abortó la maniobra con una conferencia de prensa en Santa Fe y expuso públicamente lo referente a la cuenta y a la actitud discriminatoria del banco. La prensa amarilla de inmediato desmontó el operativo del segundo escándalo.


10) Un periodista publicó la falsa noticia de que la víctima había mantenido en la Casa de Gobierno una reunión de alto nivel con ministros del poder ejecutivo. Esto tenía toda la intención de provocar una justificada indignación de la dirigencia política opositora contra el hostigado. Afortunadamente éste la pudo desmentir públicamente de inmediato y en general la actitud de los políticos fue sumamente mesurada y prudente.


11) Como parte del hostigamiento, un sujeto usó el nombre del hostigado en twitter y después de enviar varios mensajes divulgó la noticia de que había renunciado, lo que desconcertó incluso a algún dirigente político y provocó una catarata de llamadas al tribunal y al interesado, creando mayor zozobra y tensión entre las personas que lo rodeaban en su trabajo y en su domicilio.


12) Provocada una reacción masiva de repudio contra la prensa amarilla, un diario publicó la noticia de que las muestras de apoyo y solidaridad del exterior son obtenidos por medio de una gestión oficial. El supuesto gestor oficial es absolutamente desconocido en todos los medios académicos y universitarios del exterior.


13) Un comunicador excedió el marco del poder mediático emplazando al hostigado a que comparezca ante alguno de los medios para los que trabaja a dar explicaciones, porque de lo contrario debería darlas en el Congreso de la Nación, exigencia curiosa y extraña por cierto, considerando que quien la formula carece de toda función pública o de representación popular.


14) La prensa amarilla, frente al desprestigio que le provocó una solicitada de numerosos periodistas de diferentes medios y colores, trató de descalificarla afirmando que una de las firmas correspondía a un periodista que no había autorizado su inclusión en la solicitada. Resultó ser la de un periodista homónimo.


15) Ante el fracaso de la lapidación frente a la reacción masiva de repudio, la prensa amarilla trató de poner distancia del hecho, afirmando que sólo se limitó a tomar una noticia de otro medio; lo cierto es que el otro medio es un diario que alcanza el punto máximo de impudicia e hictericia y que pertenece a la misma empresa. Esto puede obedecer a la tentativa de evitar una demanda civil, aunque no parece que le preocupe demasiado; cabe pensar que su preocupación finca en el repudio general y profesional y, en definitiva, en el ridículo, del que –como alguien dijo- no se vuelve.


16) Como ya no quedaba nada que aclarar ni agregar, un diario difunde supuestos enfrentamientos o malestares en el seno del tribunal, información que parece proceder de un personaje de triste figura y facies inexpresiva, que por lo general comunica trascendidos insólitos (usualmente llamados chismes) y que deambula escondiéndose detrás de las columnas del Palacio de Justicia.


VIII. Objetivos de la agresión.

Como las motivaciones que mueven a los lapidadotes no son las mismas, tampoco los objetivos coinciden: unos buscan destruir psíquicamente al hostigado, desequilibrarlo para que reaccione de modo erróneo, sorprenderlo en esa reacción y mostrarla como confirmación de su inadecuación a los reclamos del rol. Pero otros pueden buscar objetivos menos personales y más concretos: 1) obtener su alejamiento de la función y el desprestigio institucional; 2) inferirle el mayor daño posible; 3) generar una confusión política en medio de una campaña electoral; 4) provocar un enfrentamiento con los colegas del tribunal y desarmar la armonía y respecto que debe primar entre ellos; 5) desarmar el prestigio internacional de la víctima y anular su palabra en los foros extranjeros; 6) o simplemente causar confusión y afectar la vida democrática del país hasta donde le fuese posible.



IX. Razones por las que no fueron alcanzados los objetivos.

Las razones por las que la lapidación no obtuvo el efecto deseado son varias, poniendo de manifiesto que la construcción mediática tiene límites.

En efecto: 1) Si bien existió un problema de consorcio, la vinculación del hostigado con este problema nunca pasó de la firma de las escrituras traslativas de dominio de los inmuebles en que se practicaba, dado que no los administraba y tampoco firmaba los contratos de locación, todos a precios de plaza, nunca conoció a los inquilinos y en muchos casos ni siquiera los inmuebles. Como todo esto está perfectamente documentado, el hostigado no fue golpeado en su estabilidad emocional.

2) Por otra parte, las denuncias de trata de personas y de lenocinio no parecen tener fundamento en los hechos, pues hasta el momento lo que parecería haberse producido es la desnaturalización de los contratos de locación por violación de la prohibición de subalquilar y por la violación del reglamento de copropiedad en caso de eventuales molestias producidas por los subinquilinos.

3) Las afirmaciones de una diputada no han resultado fundadas y, además, ha admitido que conocía los hechos desde hace dos años, sin que lo notificara al hostigado, lo que indica su clara intención de reservarse la información y provocar el escándalo por la prensa amarilla durante la campaña electoral.

4) La versión lapidaria no resulta convincente porque no puede mostrar cuál es la supuesta ventaja que alguien puede obtener de alquilar inmuebles al precio de plaza para que se ejerza la prostitución, cuando los puede alquilar al mismo precio para otro objetivo que no le acarrease problemas.


5) Menos aún lo hay para creer que un profesional que puede retirarse a la actividad privada y ejercer la profesión con buenos honorarios, incluso pagados por algunos de los que lo imputan (que lo quisieran a veces como abogado), emprenda una actividad absurda con su nombre y apellido y sin que le aporte ninguna renta mayor de la corriente.

6) Pero si bien construcción de la realidad intentada excedía los límites de las posibilidades de ésta por inverosimilitud, en cuanto al hostigamiento lo que impidió que se alcanzase alguno de los posibles objetivos en el caso que el hostigado no carecía de experiencia política y mediática. Si el hecho se hubiese concretado contra una persona sin esa mínima experiencia, hubiese sido imposible evitar alguno de los objetivos dañinos propuestos.
En síntesis: Por un lado se verifica que la construcción de realidad tiene el límite de la alucinación: una ilusión puede llegar a tener éxito, pero una alucinación nunca puede tenerlo. Por otro lado, se prueba que el hostigamiento tiene el límite que le pone la personalidad y la experiencia de la víctima.

X. Consecuencias sociales del hecho.

Evaluando el hecho en cuanto a sus consecuencias sociales negativas, podemos señalar tres diferentes niveles de efectos: 1) el comunicacional; 2) el político; y 3) el antropológico.


1) En el plano comunicacional la generalización de esta metodología de hostigamiento crearía el grave riesgo de estimular a los que en toda sociedad tienen vocación de inquisidores para que un buen día impulsen una ley mordaza.


Esto debe evitarse a cualquier precio; la única ley de prensa tiene ciento cincuenta y ocho años y es muy buena: es la Constitución Nacional. No sólo no se necesita sino que es menester rechazar terminantemente cualquier intento de otra ley de prensa acerca de contenidos. El amarillismo no se combate con censura, sino con definiciones. Se lo combate evitando que los medios serios se mezclen con el amarillismo, aunque eso pueda arrojar algún rédito pasajero e inmediato. Esa mezcla venenosa debilita la credibilidad de los medios y fortalece a los partidarios de la censura.

No importa la orientación ideológica ni política de los medios, pues todo medio la tiene y eso no le hace perder seriedad; lo que le hace perder seriedad es su mezcla con el amarillismo. Un medio puede ser azul o rojo, no importa, pero si éstos se mezclan con el amarillismo se desdibujan: el azul se vuelve verde y el rojo naranja. Allí las personas dejan de creerle.

Los censuristas están al acecho y se apoyan en las reacciones vindicativas de las víctimas del hostigamiento amarillo.

Una vez aislado de los medios serios, el amarillismo no molesta, pues al igual que la pornografía, tiene un público cautivo y hace su negocio, sucio pero tolerable, porque su público sabe lo que lee (este es el otro aspecto que lo asemeja a la pornografía).


2) En lo político, la generalización de estos hechos puede llevar a la opinión la impresión de que en la política y en la función pública nadie está limpio, que todos los candidatos son sucios, que todos se mueven por intereses bastardos, que no hay ideales ni vocación de servicio. Eso es la antipolítica y ésta es el campo de cualquier aventurero extra-sistema y siempre fue el preludio de todas las dictaduras, con costos invariablemente muy altos para los pueblos.


3) En lo antropológico no puedo dejar de observar que para intentar destruir psíquicamente a una persona se requiere una pulsión de odio tan brutal que en otras condiciones se materializaría en forma directamente destructiva en el plano físico.
Me pregunto qué mueve semejante pulsión destructiva. ¿Qué genera o motiva semejando grado de odio? Y llego a la conclusión que en el fondo es el afán crematístico y de poder. Poder y dinero es la clave.

¡Son locos! ¡Están alienados! Han alcanzado un grado tal de alienación que olvidan el viejo adagio popular: no hay mortaja con bolsillo.

Si es que ya no lo tienen, reunirán el dinero que les alcance para vivir muchas vidas, pero no los vivirán, porque hay una sola y única vida, con límite infranqueable. Quizá esta afirmación sea demasiado existencialista y, por ende, resulte un poco pasada de moda, pero no puedo dejar de llamar a la reflexión desde esta perspectiva frente a semejante grado de alienación.

Un día todos podemos estar en la cama de un hospital mirando al techo sin saber si mañana o dentro de un rato lo podremos ver ¿Qué consolará a estas personas en ese momento?
Se han olvidado que todo ser humano que nace es ya suficientemente viejo como para morir y mañana mismo podemos no estar. El afán crematístico les borra la conciencia hasta ese límite; Tanatos los domina por completo. Por suerte son los menos, porque de lo contrario la especie humana no tendría futuro y yo creo que lo tiene. La humanidad no está representada por ellos: prueba es la presencia de todos ustedes.


XI. Palabras de cierre.

Les confieso algo que ni siquiera mis más cercanos colaboradores sabían. El 31 de octubre se cumplen ocho años de mi permanencia en la Corte. En lo personal creo que los cargos vitalicios son monárquicos y que en una República es bueno que quien desempeña una función después de un tiempo, cuando considera que su tarea está cumplida, pueda retirarse. Por otra parte, estoy un poco cansado de que se me defina por la función. No soy el juez, el ministro, soy Raúl, no soy juez, trabajo de juez, que es otra cosa. No nací en la Corte Suprema y no pienso morirme en ella. Por todo eso, había decidido dejar la Corte en unos pocos meses.


Siento mucho que hoy todo indique se me haya frustrado este proyecto. Ahora estoy preso, no puedo irme al menos hasta que el curso del tiempo permita dejar claro que mi alejamiento no tiene nada que ver con esta infamia. Si me fuese daría la peor lección de republicanismo a los chicos y chicas de la Facultad que nos hospeda y en la que he ejercido la docencia muchos años. Sería mi última y peor clase. No obstante, siento mucho esta frustración.


Seguiré haciendo lo que hago, pensando y diciendo lo que pienso y lo que mi ciencia me indica. No me dobla el hostigamiento amarillo. Tampoco me doblegan los locos que se olvidan de la vida por escapar de la muerte.


Yo sé quién soy, ellos todavía no, quizá un día lo sepan, espero que no demasiado tarde, cuando ya no les quede mas que mirar el techo de un hospital. El odio no es paliativo para la angustia.

lunes, 8 de agosto de 2011

Educación Pública, el drama de Chile.

La juventud chilena pelea. Lo hace porque quiere que sus compañeros, que su generación, tenga la mejor educación. Y la mejor educación es la que se recibe por igual. La que no distingue clases sociales. La que emana del Estado como un deber hacia todos aquellos que lo componen, al cual aquél debe su causa de existir.

Las familias se endeudan para pagar aquello que es un derecho. El Estado chileno, cipayo y sometido a intereses del capital, cede en su deber y conquista apoyo del poder económico. Porque mientras éste tenga tierra fértil para sembrarse, será benévolo para con su huésped.

España cede, Grecia cede, Inglaterra cede, los benditos Estados Unidos de América ceden y recortan presupuesto de las áreas sociales para cumplir con los mandatos del poder: no disminuyan nuestras acreencias. Ni un dólar.

En Argentina existe un sistema mixto. La educación universitaria pública goza de un altísimo nivel de prestigio que día a día cede por el escaso presupuesto y su mala administración por las autoridades universitarias. Así también, el auge y el terreno fértil cedido a la proliferación de las universidades privadas, avanza en detrimento de la educación pública.

En cuanto a las escuelas, jardines y secundarios, la canción es otra. Existe una diferencia abismal entre la calidad educativa que en esos niveles se imparte en el ámbito privado y la propia del público. La clase media de Buenos Aires, elige en absoluta mayoría, la concurrencia de sus hijos hacia ámbitos privados.

Este fenómeno tiene una sola explicación. La falta de decisión política de cumplir con el mandato de eliminar la diferencia público-privado en el ámbito de la educación. No debería existir educación privada. Representa un sinsentido para un Estado Constitucional Democrático.

En igual sentido deberíamos razonar la dicotomía existente en el sistema de salud. ¿De qué manera podemos sostener la existencia de calidades distintas en la salud pública y la privada?

¿Cómo es posible que existan centros de salud privados donde abunden los medicamentos y vendajes, y centros públicos donde las condiciones de atención sean imprudentes, objetivamente, desde el inicio de toda actividad curativa?

La batalla ganada en la organización de las jubilaciones, reparto y privadas, es un camino que debe ser completado con el mismo énfasis en salud y educación. No es concebible ni la educación ni la salud privadas.

La lucha de los estudiantes chilenos tiene por eje esa simple noción. La educación no es un bien de mercado, es un derecho humano. La salud no es un bien de mercado, es un derecho humano. La educación y la salud, son obligaciones del Estado Constitucional. La lucha es justa y es la madre de todas las batallas, permite el paso al estadío en donde el individuo de esta moderna sociedad compleja, articula su pensamiento transformándolo en acción práctica, acción política, acción de liberación.

domingo, 7 de agosto de 2011

Fidel, Chávez y la América toda, desde Caracas a Ushuaia.

Tomado de CubaDebate
Reflexiones del Comandante Fidel Castro

La atención a otros asuntos ahora prioritarios, me apartaron momentáneamente de la frecuencia con que elaboré reflexiones durante el año 2010, sin embargo, la proclama del líder revolucionario Hugo Chávez Frías el pasado jueves 30 me obliga a escribir estas líneas.

El presidente de Venezuela es uno de los hombres que más ha hecho por la salud y educación de su pueblo; como son temas en los que mayor experiencia ha acumulado la Revolución cubana, gustosamente colaboramos al máximo en ambos campos con este hermano país.

No se trata en absoluto de que ese país careciera de médicos, por el contrario, los poseía en abundancia e incluso entre ellos profesionales de calidad, como en otros países de América Latina. Se trata de una cuestión social. Los mejores médicos y los más sofisticados equipos podrían estar, como en todos los países capitalistas, al servicio de la medicina privada. A veces ni siquiera eso, porque en el capitalismo subdesarrollado, como el que existía en Venezuela, la clase rica contaba con medios suficientes para acudir a los mejores hospitales de Estados Unidos o Europa, algo que era y es habitual sin que nadie pueda negarlo.

Peor aún, Estados Unidos y Europa se han caracterizado por seducir a los mejores especialistas de cualquier país explotado del Tercer Mundo para que abandonen su patria y emigren a las sociedades de consumo. Formar médicos para ese mundo en los países desarrollados implica fabulosas sumas que millones de familias pobres de América Latina y el Caribe, no podrían pagar nunca. En Cuba sucedía eso hasta que la Revolución aceptó el reto, no solo de formar médicos capaces de servir a nuestro país, sino a otros pueblos de América Latina, el Caribe o del mundo.

Jamás hemos arrebatado las inteligencias a otros pueblos. En cambio en Cuba se han formado gratuitamente decenas de miles de médicos y otros profesionales de alto nivel para devolverlos a sus propios países.

Gracias a sus profundas revoluciones bolivarianas y martianas, Venezuela y Cuba son países donde la salud y la educación se han desarrollado extraordinariamente. Todos los ciudadanos tienen derecho real a recibir gratuitamente educación general y formación profesional, algo que Estados Unidos no ha podido ni podrá garantizar a todos sus habitantes. Lo real es que el gobierno de ese país invierte cada año un millón de millones de dólares en su aparato militar y sus aventuras bélicas. Es además el mayor exportador de armas e instrumentos de muerte y el mayor mercado de drogas del mundo. Debido a ese tráfico, decenas de miles de latinoamericanos pierden la vida cada año.

Es algo tan real y tan conocido, que hace más de 50 años, un Presidente de origen militar denunció, con tono amargo, el poder decisivo acumulado por el complejo militar industrial en ese país.

Estas palabras estarían de más si no mediara la odiosa y repugnante campaña desatada por los medios de difusión masiva de la oligarquía venezolana, al servicio de ese imperio, utilizando las dificultades de salud que atraviesa el Presidente bolivariano. A este nos une una estrecha e indestructible amistad, surgida desde que visitó por primera vez nuestra patria, el 13 de diciembre de 1994.

A algunos les extrañó la coincidencia de su visita a Cuba con la necesidad de atención médica que se produjo. El Presidente venezolano visitó a nuestro país con el mismo objetivo que lo llevó a Brasil y Ecuador. No traía intención alguna de recibir servicios médicos en nuestra patria.

Como se conoce un grupo de especialistas cubanos de la salud prestan, desde hace años, sus servicios al Presidente venezolano, que fiel a sus principios bolivarianos, jamás vio en ellos extranjeros indeseables, sino hijos de la gran Patria Latinoamericana por la cual luchó el Libertador hasta el último aliento de su vida.

El primer contingente de médicos cubanos partió hacia Venezuela cuando se produjo la tragedia en el estado de Vargas, que costó miles de vidas a ese noble pueblo. Esta acción de solidaridad no era nueva, constituía una tradición arraigada en nuestra patria desde los primeros años de la Revolución; desde que hace casi medio siglo médicos cubanos fueron enviados a la recién independizada Argelia. Esa tradición se profundizó a medida que la Revolución cubana, en medio de un cruel bloqueo, formaba médicos internacionalistas. Países como Perú, la Nicaragua de Somoza y otros del hemisferio y el Tercer Mundo, sufrieron tragedias por terremotos u otras causas que requirieron la solidaridad de Cuba. Así nuestra patria se convirtió en la nación del mundo con más alto índice de médicos y personal especializado en salud, con elevados niveles de experiencia y capacidad profesional.

El Presidente Chávez se esmeró en la atención de nuestro personal de salud. Así nació y se desarrolló el vínculo de confianza y amistad entre él y los médicos cubanos que fueron siempre muy sensibles al trato del líder venezolano, el cual por su parte, fue capaz de crear miles de centros de salud y dotarlos de los equipos necesarios para prestar servicios gratuitos a todos los venezolanos. Ningún gobierno del mundo hizo tanto, en tan breve tiempo, por la salud de su pueblo.

Un elevado porcentaje de personal cubano de la salud prestó servicios en Venezuela y muchos de ellos actuaron además como docentes en determinadas materias impartidas para la formación de más de 20 mil jóvenes venezolanos que comienzan a graduarse como médicos. Muchos de ellos comenzaron sus estudios en nuestro propio país. Los médicos internacionalistas integrantes del Batallón 51, graduados en la Escuela Latinoamericana de Medicina, han ganado un sólido prestigio en el cumplimiento de complejas y difíciles misiones. Sobre esas bases se desarrollaron mis relaciones en ese campo con el presidente Hugo Chávez.

Debo añadir que a lo largo de más de doce años desde el 2 de febrero del año 1999, el Presidente y líder de la Revolución venezolana no ha descansado un solo día, y en eso ocupa un lugar único en la historia de este hemisferio. Todas sus energías, las ha consagrado a la Revolución.

Podría afirmarse que por cada hora extra que Chávez dedica a su trabajo, un Presidente de Estados Unidos, descansa dos.

Era difícil, casi imposible, que su salud no sufriera algún quebranto y eso sucedió en los últimos meses.

Persona habituada a los rigores de la vida militar, soportaba estoicamente los dolores y molestias que con frecuencia creciente lo afectaban. Dadas las relaciones de amistad desarrolladas y los intercambios constantes entre Cuba y Venezuela, sumado a mi experiencia personal con relación a la salud, que viví desde la proclama del 30 de julio del año 2006, no es raro que me percatara de la necesidad de un chequeo riguroso de la salud del Presidente. Es demasiado generoso de su parte, atribuirme algún mérito especial en este asunto.

Admito, desde luego, que no fue fácil la tarea que me impuse. No era para mí difícil percatarme de que su salud no andaba bien. Habían transcurrido 7 meses desde que se realizó su última visita a Cuba. El equipo médico dedicado a la atención de su salud me había rogado que hiciera esa gestión. Desde el primer momento la actitud del Presidente era informar al pueblo, con absoluta claridad, su estado de salud. Por ello, estando a punto ya de regresar, a través de su Ministro de Relaciones Exteriores, informó al pueblo sobre su salud hasta ese instante y prometió mantenerlo detalladamente informado.

Cada cura iba acompañada por rigurosos análisis celulares y de laboratorio, que en tales circunstancias se realizan.

Uno de los exámenes, varios días posteriores a la primera intervención, arrojó resultados que determinaron una medida quirúrgica más radical y el tratamiento especial del paciente.

En su digno mensaje del 30 de junio, el Presidente notablemente recuperado habla de su estado de salud con toda claridad.

Admito que para mí no fue fácil la tarea de informar al amigo de la nueva situación. Pude apreciar la dignidad con que recibió la noticia que -para él con tantas tareas importantes que llevaba en la mente, entre ellas el acto conmemorativo del Bicentenario y la formalización del acuerdo sobre la unidad de América Latina y el Caribe- mucho más que los sufrimientos físicos que implicaba una cirugía radical, significa una prueba que como expresó la hizo comparar con los momentos duros que le tocó enfrentar en su vida de combatiente indoblegable.

Junto a él, el equipo de personas que lo atienden y que él calificó de sublimes, han librado la magnífica batalla de la que he sido testigo.

Sin vacilación afirmo que los resultados son impresionantes y que el paciente ha librado una batalla decisiva que lo conducirá y con él a Venezuela, a una gran victoria.

Hay que hacer que su alegato se comunique al pie de la letra en todas las lenguas, pero sobre todo que sea traducido y subtitulado al inglés, un idioma que pueda entenderse, en esta Torre de Babel en que el imperialismo ha convertido al mundo.

Ahora los enemigos externos e internos de Hugo Chávez están a merced de sus palabras y sus iniciativas. Habrá sin dudas sorpresas para ellos. Brindémosle el más firme apoyo y confianza. Las mentiras del imperio y la traición de los vendepatrias serán derrotadas. Hoy hay millones de venezolanos combativos y conscientes, que la oligarquía y el imperio no podrán volver a someter jamás.